miércoles, 10 de febrero de 2021

Entre el faro de Chipiona y el Faro de Bonanza el Faro de Roque Espino, leyendo Bajamares.

 

 



Antonio Tocornal. Bajamares. Ediciones Insólitas. Madrid, 2020.

 

Me acaba de llamar Manolo y me ha propuesto que vayamos en bici desde nuestra urbanización hasta el Faro de Chipiona y desde allí al de Bonanza. Nuestra urbanización viene a estar equidistante entre ambos faros, a unos ocho kilómetros, por lo que sería una ruta, según los cálculos de Manolo de unos 32 kilómetros, iremos primero por la vía verde que el Ayuntamiento de Chipiona ha construido para uso y disfrute de los chipioneros y sus visitantes; esta ruta comienza o termina según se mire en el Camino de la Reyerta que es la linde entre los términos municipales de Chipiona y Sanlúcar, la vía sigue el trazado del antiguo ferrobús que unía  Sanlucar con todo el litoral gaditano hasta Cádiz capital. El ayuntamiento de Sanlúcar, que podía haber hecho lo mismo, tiene el trazado del tren totalmente abandonado, parte convertido en carretera sin arcén, muy peligrosa para los andantes del colesterol, parte se la han apropiado por el morro sus vecinos, todo lleno de basura, o de toallitas húmedas de esas que no se degradan tras quinientos años de existencia, que sus usuarios, después de una marcha atrás agotadora no se han dignado guardarlas en su coche para después tirarlas y la dejan allí para realce de la desidia del Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda.

Hemos quedado a las ocho de la mañana en casa de Manolo porque desde allí enfilamos mejor la salida hacia Chipiona. Se me olvidó preguntarle a Manolo que cómo se le ha ocurrido esta ruta, que por otro lado a mí me parece muy original y apropiada para hacerla en bicicleta, pero como veo que está saliendo ya de casa se lo pregunto directamente. Después de los buenos días y de las típicas carcajadas de Manolo riéndose de la cara de gilipollas que tengo con el casco de Bicicleta, y de las mías diciéndole que porque él no se ve… nos damos los buenos días, y antes de arrancar le pregunto que cómo se le ha ocurrido esta ruta, a lo que me responde que se debe a una magnifica novela que acaba de leer que se titula Bajamares, que le ha suscitado una gran admiración hacia su autor, por lo insólita de la misma, por su surrealismo, porque es toda ella una gran metáfora, aunque tú sabes, me advierte Manolo, que yo de literatura entiendo poco por no decir nada, pero si entiendo de lo que siento, de lo que provoca en mí su lectura, de sus efectos en mi ánimo… en fin, que en la novela su protagonista es un farero, que vive en un faro, por eso, se me ocurrió cuando la acabé decirte que hiciéramos esta ruta y así de camino te cuento todo lo que te puedo contar de la novela Bajamares, sin joderte su lectura, que por supuesto la tienes que leer… pega un salto en la bici, y me dice… Vamos! despacito para que podamos charlar…

Salimos a la Carretera de la Jara, catalogada por Manolo, como una de las más peligrosas de España, sin arcén, sin acerado, llena de baches revienta ruedas, sin farolas, con montañas de basura acumulada por sus vecinos y no vecinos, que me recuerdan las montañas de basura que vi en las aceras de Calcuta, cuando estuve por allí de voluntario, como serán las montañas de basura acumulada que no la recoge el camión de la basura del Ayuntamiento, sino un tío con una Bulldozer, que la vierte a un camión que se la lleva a prefiero no saber dónde… y lo peor, como dice Manolo, los conductores que no respetan para nada a los ciclistas y nos pasan a medio metro a unas velocidades que triplican la permitida que es de treinta kilómetros por hora, Manolo cada vez que alguno no nos respeta además de cagarse en sus muertos, le hace una pirula, por lo que un día de estos me veo metido en una reyerta haciendo honor al camino hacia donde nos dirigimos. Como es temprano no hay mucho tráfico, Manolo se coloca en paralelo y empieza a comentarme sus impresiones de la novela Bajamares, que por cierto el nombre no puede ser más bonito, más marinero, más metafórico… la novela, me dice Manolo, tiene un prólogo que está bien, pero no muy bien, no porque no esté bien escrito, que lo está, o su contenido no valga la pena, que lo vale, sino porque a mí me gusta meterme en las novelas después del título, zambullirme en el contenido sin parada en prólogo, pero bueno, eso es gusto y nada más… en el primer párrafo el prologuista dice que Bajamares va sobre la muerte… y yo te digo que de muchos más, porque también va de la vida, de lo animales que somos en el sentido literal de la palabra, de soledad, de silencio, de imaginación que desborda, abruma… no hay amor, si mucho desamor… va del espejo donde nos miramos y vemos a otro siendo el mismo, va de locura que es normalidad… va de un farero solitario en una isla deshabitada… (Pág. 7) Ten cuidado Manolo, le interrumpo, que viene uno a carajo sacado, freno para dejar que Manolo se coloque delante mía y pase el desalmado como es costumbre a menos de medio metro de distancia y a noventa kilómetros por hora… Veo la pirula de Manolo, y oigo un claro tu puta madre… paramos en el cruce de la Reyerta me dice Manolo… de acuerdo… seguimos pedaleando uno tras otro hasta allí…

Me dice Manolo que me ha pedido que me pare aquí en el cruce, donde empieza la vía verde de Chipiona para leerme el final del prólogo que le ha gustado mucho, y al lado del cartel explicativo de la ruta me lee: “Bajamares está a mitad de camino entre lo soñado y lo recordado, la posibilidad y la certeza, instalada en un abismo que tiene el nombre, siempre incierto, de Literatura”. Josep Maria Nadal Suau. (Pág. 11). La novela es pura Literatura, sigue Manolo, que engancha, te absorbe, te obliga a pensar, te crea expectativas… sorprende, sobre todo eso, me dice Manolo, sorprende, no es una narración fácil, ni una novela al uso… dejamos paso a dos tres ciclistas que empiezan la vía, y le digo a Manolo que ya me tiene en ascuas, y que estoy deseando leer la novela, a la vuelta, cuando crucemos Sanlúcar en la Calle Ancha paramos y miro a ver si la tiene la Librería Atlántida y me la compro… si quieres te la dejo, me dice Manolo, pero yo le digo que no porque a mí me gusta leer y subrayar, poner comentarios en los márgenes… Vale, vale, me dice Manolo, y arrancamos de nuevo la ruta camino del Faro de Chipiona…

La vía verde tiene como unos cinco metros de ancho por lo que podemos ir en paralelo, charlando, sin interrupciones de conductores irrespetuosos con los ciclistas. Me dice Manolo que Bajamares es única por varios motivos que descubriré cuando la lea, pero te puedo adelantar, que uno de ellos es la puesta en escena de la novela, su contenido, que aparece en doce narraciones o capítulos que narra el guardafaros; doce documentos, que son descripciones, listas de ventajas e inconvenientes para tomar ciertas decisiones, cartas, recibos, notas de naufragios, definiciones a modo de ejemplo que se recogen en una enciclopedia y una nota interna de un funcionario; diez narraciones o capítulos que cuenta el narrador; cuatro narraciones o capítulos que narra el barquero; una narración o capitulo que narra la madre muerta; y unos breves agradecimientos del autor de la novela que ya comentaremos… Manolo me dice de pronto que me pare que me quiere enseñar unos huertos de agricultura ecológica que merece la pena ver, no tenemos que abandonar la ruta, lo vemos desde la misma vía,  esta todo muy cuidado, se puede comprar verdura de temporada, hay unas construcciones en madera, todo muy rústico; Manolo me comenta que él, cuando es la época, coge el coche y viene a comprar unos chicharos dulces exquisitos, o unas alcachofas con un corazón inmenso y apetecible… Debo reconocer que las papas con alcauciles que hace Manolo están de fábula, así se lo hago saber, para que se acuerde, cuando haga alguno de esos guisos exquisitos, de invitarme, le digo, que ya no me acuerdo de la última vez que me invitó… se ríe… Montamos de nuevo en las bici y justo antes de abandonar la vía para dirigirnos hacia el Puerto de Chipiona, me dice Manolo, que nos vamos a acercar a ver la playa de la Micaela, que esta justo antes de llegar al puerto, y que es la única playa disponible, pues desde la punta de Montijo al Puerto hay mucha roca, y un mar que cada año le va ganando terreno a los invernaderos que lindan con la playa, hay auténticos muros de rocas para aguantar al mar, lo que se me antoja una idiotez, porque de siempre cuando el mar dice va… no hay nada que lo pare, pero los hombres y la mujeres somos así de crédulos… por no llamarnos idiotas.

Dejamos las bicis atadas a unos barandales que hay en la acera de la avenida que linda con la playa de la Micaela, y bajamos por una rampa de madera hacia la playa que está con marea baja, lo que hace que huela a algas, a salitre; cuando la marea está alta, el olor cambia a mar. Veo a Manolo que se agacha a recoger una piedra, ovalada, que tiene forma como de un ojo lo que le recuerda, me dice, un amuleto que el guardafaros posee, y que a él, cuando leyó la novela le recordó el ojo de Dios,  ese que venía en la enciclopedia o en el catón,  metido en un triángulo, con el que  nos amedrentaban con aquella frase de que ese es el ojo de Dios que todo lo ve, y yo, entraba en pánico porque pensaba que qué pensaría Dios de mí cuando era malo malísimo… soltó la piedra, que todo lo ve, y me comenta la gran imaginación de la que Antonio Tocornal hace gala en su novela… se nota además como conoce al mar, a la mar, y el mar… se le nota que es cañaílla, que ha respirado la sal de las salinas de San Fernando… y vete a tu saber si no se inspiró para su novela en Sancti Petri que es Isla y tiene faro… Deseando estoy, le digo a Manolo, de leerla… vámonos a las bici, me replica Manolo, que todavía nos queda ruta…

Nada más salir de la playa de la Micaela, vemos la entrada del Puerto Chipiona que está destinado por una parte a Puerto Pesquero, y por otra a Puerto de embarcaciones recreativas, deportivas y yates... Manolo, me dice, que si el fuera Inspector de Hacienda investigaría a todos los fulanos o fulanas que tienen en propiedad esos pedazos de yates que estamos viendo, para saber de donde proviene el dinero con el que se lo han comprado… según Manolo nos llevaríamos grandes sorpresas… Yo le respondo que yo a quien investigaría es a todos los Inspectores de Hacienda para ver cual era su patrimonio cuando aprobó las oposiciones y cuál es su patrimonio en la actualidad, para comprobar si su incremento patrimonial es acorde a su sueldo de Inspector… estoy seguro que también nos llevaríamos grandes sorpresa… Cada vez que vengo al Puerto de Chipiona, continua Manolo, me acuerdo de que este Puerto estaba previsto construirlo en la Playa de las Piletas en Sanlúcar, pero uno de los Alcaldes más inepto que ha tenido Sanlúcar rechazó la idea, para gran alegría del Alcalde de Chipiona que la ejecutó enseguida, sumando un mayor prestigio a su pueblo… Si no me equivoco, le digo a Manolo, ese es el mismo Alcalde que puso la depuradora de aguas residuales en pleno casco urbano de Sanlúcar…  el mismo, dice Manolo, un Nobel de la gestión, sentencia… y seguimos pedaleando… hasta pararnos delante de la escultura de la más grande, a la que Manolo adora, reverencia, la gran Rocio Jurado… dejamos a la Jurado y nos dirigimos al inicio del Paseo Marítimo de Chipiona, paramos y nos sentamos en uno de los bancos que miran al mar, el día es claro, me dice Manolo, señalándome la punta de Salmedina, con sus farallones… ¿qué son farallones? le digo a Manolo, pues piedras que terminan en punta en medio del mar, peligrosísimas para la navegación… la Isla de Roque Espino de la novela, esta plagada de ellos, y de naufragios, hasta que se puso el faro y el guardafaro lo atendió durante toda su vida evitando no sabemos cuántos naufragios… menudo personaje el farero de Roque Espino… vivir en soledad y silencio siempre… como un ermitaño, en su caso, ermitaño de la mar… ¿Sigue habiendo fareros? le pregunto a Manolo, que me dice que cree que sí… aunque en mil novecientos noventa y tres se decretó su extinción, aún siguen quedando alguno y alguna; a raíz de lo mucho que me ha gustado e impactado la novela de Antonio Tocornal, el otro día leí un reportaje, me cuenta Manolo, de la única farera que queda en activo en España, lleva 44 años viviendo en el faro del cabo Vilán, en la Costa da Morte… esta farera que se llama Cristina, dice cosas preciosas de su profesión: “El Vilán es mi vida. No vivo solo en el faro, también vivo para él"[1]… “Para mí es una vida cargada de libertad… para mí la soledad significa libertad"[2]… Esto último me llega, se lo comento a Manolo, que me responde con esta frase de la novela Bajamares que le ha impactado: “A veces basta con la posibilidad. Cuando uno tiene tanto tiempo, la posibilidad es lo que más valor tiene. He aprendido que a menudo es mejor que la posibilidad no se convierta en un hecho consumado; que continúe abierta como una oportunidad, con todos sus riesgos y con su incertidumbre”[3]… Bueno, me dice Manolo, aquí se está en la gloria pero hay que seguir… nos montamos en la bici y enfilamos por el paseo marítimo, no paramos, me dice Manolo, hasta el Faro de Chipiona… Vale…

Imponente!, exclamo, cuando nos encontramos debajo del Faro de Chipiona… Es el mas alto de España me dice Manolo, que me confiesa que a raíz de la novela se ha empapado unas cuantas páginas webs de Faros… La novela te crea afición al faro, al mundo que los rodea, que es fascinante… Pasan dos chavales con una cesta llena de erizos… Este era, me dice Manolo señalando la cesta, el desayuno del guardafaro de Roque Espino, Antonio Tocornal lo narra como si fuera un ritual, una comunión[4]… es muy bueno contando la historia de ese farero tan peculiar… pero algo que es sublime y que debería pasar a la historia de la literatura en letras de oro es cuando Antonio Tocornal narra cómo se hacia los huevos fritos el farero… ya me dirás cuando lo leas me dice Manolo… Donde nos encontramos, continua Manolo, se llama la Punta del Perro, que casualidad que nuestro farero de la novela tiene un perro al que en un principio, cuando se lo regalan, no lo trató muy bien, pero luego lo hace su sombra… dice el farero en la novela “No comprendo qué resorte deja de funcionar en mi mente. No encuentro una explicación razonable. Y eso que intento razonar. Razono que le tengo miedo a la muerte”[5]… es una novela que te inquieta, que te zamarrea tus instintos… es, termina Manolo a la vez que se sube a la bici, una excepcional novela… Vámonos que tenemos que llegar al faro de Bonanza… volvemos por dónde venimos…

Pedaleamos de nuevo por la vía verde de Chipiona, no paramos, me dice Manolo, hasta que lleguemos a la calle Ancha, en Sanlúcar, y paremos en la Librería para que te lleves hoy miso Bajamares a tu casa o la encargues… estupendo, le digo… Por fin, llegamos a la Librería, necesitaba parar porque mis rodillas hablan de dolor, de la edad que no perdona… dejamos las bici atadas en la fachada y entramos… Elicio, el librero, es un gran tipo, buena persona, que disfruta como nadie de la lectura y de los libros, que son su pasión y sus faros por la vida… le pregunto por Bajamares, y me da la alegría de que la tiene… él la ha leído y coincide con Manolo en que es una excelente novela, parida por un excelente narrador… Cuando estoy pagando le veo a Mauricio, que en la [6]caja, tiene un número de lotería que termina en mi número favorito, se lo hago saber y, me dice, que se lo ha comprado precisamente porque en la novela aparece ese número… se me antojó comprarlo, si me toca, tengo previsto cerrar la librería un mes e irme a recorrer Mallorca, que no la conozco y de paso saludo a Antonio Tocornal que me ha dado la suerte… Nos reímos… Manolo me dice que tenemos que seguir, no sin antes contarle a Mauricio que a raíz de la novela estamos haciendo la ruta de los faros, hemos ido al de Chipiona, y ahora vamos para el de Bonanza…

Volvemos al pedaleo… Manolo me ameniza de nuevo la ruta con otra cita de las que el enmarca en su colección de perlas literarias… “Más tarde fueron los amigos: un conjunto de seres simples pero contradictorios; programados por la genética para competir entre ellos y al mismo tiempo para emular, para convertirse en clones de los demás, y para subdividirse en facciones con el único propósito de devorar a los mas débiles entre risas y bromas, destruir y someter a los inferiores y erigirse en pequeños reproductores dominantes”… es una foto real de nuestra sociedad, le digo… o esta otra sobre la vejez que es impresionante: “Cuando uno se ha pasado la vida trabajando para dignificarse, para reconstruirse intentando comprender cosas, la razón de todo y cómo funciona todo y comprender la mar y el horizonte, la vida se lo devuelve a uno de esa forma cruel: con incapacidades, con sometimientos degradantes y al final con la muerte” [7]… joder! como las clava el amigo Antonio Tocornal, resoplo…  Me dice Manolo que también hay sexo en la novela, no es del que a él le gusta, pero no deja de ser sexo… y se ríe socarronamente… recitándome: “Lo más depravado está dentro de cada uno. Solo hay que atreverse a mirar en el cajón adecuado. Si uno lo piensa demasiado se puede llegar a asustar” [8]… Manolo, se queda pensativo… le digo que si está recreándose en algún párrafo excitante de la novela, y me dice que no… que esta pensando en el dolor de rodillas de tanto pedalear y que hay que parar a descansar… me encanta la idea, le digo… hemos dejado atrás la Barriada de los Marineros y le propongo a Manolo descansar en las escaleras del Colegio Marista que hay en Bonanza… así lo hacemos… y ya desde allí la distancia  al Faro de Bonanza es de un tiro de piedra… en este Colegio estudiamos Manolo y yo lo que hoy seria la Primaria, Secundaria y la ESO… Manolo me recuerda el día que apareció una ballena varada en la playa de Bonanza, que los Hermanos nos llevaron a  que la viéramos de cerca, cómo apestaba, también, me dice Manolo, aparece una ballena en la novela… en fin… nos acercamos al Faro de Bonanza, menos imponente que el de Chipiona, ya sin uso, descuidado… no entiendo, me dice Manolo, como el Ayuntamiento no ha dado algún uso a esta reliquia… no podemos entretenernos más porque se nos viene la hora de comer encima y hay que volver a casa… a pedalear otra vez, o mejor dicho a sufrir, porque este deporte de la bici es para masocas… se ríe Manolo… y me dice que sin parar a casa… ok, le digo… y allá que vamos…

En media hora ya estábamos en mi casa, antes de despedirnos, me dice Manolo, que intuye que me va a gustar mucho la novela… el final es sorprendente, como la novela toda… lo único que es una lástima, me dice, es que el farero de Roque Espino no encontrará el amor que convierte la posibilidad en felicidad, se quedó en el mundo de lo posible, con lo cual no fue, en el sentido de ser… no vivió, no amó, por la cara cruel que a ciertas personas le muestra la vida…  Que la disfrutes ¡!

Bravo AntonioTocornal ¡!

 

Mauricio Ruiz Berlanga.

Veintinueve de enero de dos mil veintiuno.

Dia en que los Valerios que quieran celebran su santo…



[1] En https://www.vice.com/es/article/nekk97/farera-costa-da-morte-broadly consultado el veintinueve de enero de dos mil veintiuno.

[2] Ídem.

[3] Antonio Tocornal. Bajamares. Ediciones Insólitas. Madrid, 2020. Pág. 25

[4] Cf. Ídem. Pág. 30-31

[5] Ídem. Pág. 47

[6] Tocornal, Bajamares, o. c. Pág. 125

[7] Ídem. Pág. 200

[8] Ídem. Pág. 151

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