Mila Guerrero.
Animales del Parque. Anantes Gestoría Cultural. Primera Edición: Febrero
2019.
Me llamó Manolo bien temprano
para quedar para nuestro habitual paseo de los jueves pero le dije que hacia
mucho frio y que no tenía ganas de pasear. Manolo, hombre de recursos, me dijo
que nos iríamos al parque de la Dehesilla a sentarnos al sol de invierno que es
muy agradable y beneficioso para nuestros huesos ya castigados por el paso de
los años. Ante esa nueva oferta acepté la propuesta y quedamos en vernos allí
mismo sobre las doce, con la condición, le dije, de que levantara la niebla,
porque de no ser así sentarnos en el parque nos sería nada agradable, más bien
un tormento, dadas las temperaturas que barajamos estos días. Manolo me dijo
que sin problemas, que no me preocupara por la niebla, y sí por ir bien
abrigado, porque aunque nos de el sol, de once grados no subimos, y once grados
en nuestro pueblo, con la humedad reinante, es mucho frio, aunque menos mal que
no hacia viento, lo que aumentaría la sensación de frio. Manolo acabo la
conversación telefónica mañanera conmigo diciéndome que nos hemos vuelto unos
viejos insoportables, quejicas, miedoso, y acojonados. Luego me soltó una
sonora carcajada y me colgó recordándome que a las doce allí. Mi respuesta: de
acuerdo, no lo escuchó nadie.
A las doce en punto estaba yo en
el parque buscando que banco fuese mejor para nuestro ratito de cháchara. Vi
uno que estaba justo al lado de los columpios y toboganes para los peques y
hacia allí me encaminé porque era el que mejor recibía el sol del mediodía que
tanto anhelaba. Vaya tela el frio que estoy pasando estos días, pensaba yo,
cuando apareció Manolo con un librito en la mano que acaba de leer y que quería
comentar conmigo. Yo le dije que no estaba para libros hasta que no entrara en
calor. Manolo me dijo que estoy mayor, que no hago mas que quejarme, que soy un
vejestorio de sesenta y dos años, que ya no me la encuentro por las mañanas,
que estoy para mesita camilla y caldito, y no sé cuántas cosas más que se le
ocurrieron para cachondearse de mis quejas sobre el frio, que por otra parte
eran mas que justificadas porque la punta de la nariz no me la sentía a pesar
del sol, y el moco se me caía casi sin darme cuenta, señal inequívoca de que
estoy mayor. Manolo se sentó a mi lado, me dio un achuchón procovid19 para entrar
en calor. Le dije que si él no tenía frio, y me dijo que no, que se había
tomado una copita de Magno antes de salir de casa y que estaba calentito por
dentro y por fuera. Tú si que sabes, le respondí.
El sol iba haciendo su labor poco
a poco y he de reconocer que era un verdadero placer estar allí sentado. El
banco era muy cómodo, aunque como bien me dijo Manolo, es cómodo para media
hora, tres cuartos máximo, porque a partir de ese momento el culo comienza a
resoplar y lo mas sabio es levantarse para que los glúteos vuelvan de nuevo a su
postura natural, así que sin mas preámbulos le pregunte a Manolo por el libro
que traía entre la manos, que es lo que él estaba esperando para entrar en
faena. Animales del Parque, leí, que con las progresivas tengo vista de lince,
de qué va le pregunté. Manolo, me dice, es un libro de cuentos o de relatos,
como quieras llamarlo, con un hilo común, padres y madres, hijos e hijas, sus
relaciones, sus histerias, sus fobias, sus amores… su lectura me ha hecho
recordar mis relaciones con mi hijo e hijas, su educación, su crianza… recordar
es agradable aunque lo que se recuerde sea doloroso, pero como lo ves tan en la
lejanía, superado, te regocijas en pensar si aquello que te paso te cambio o no
la vida, si lo hubieras hecho de otra manera con tu hija, si te equivocaste o
acertaste, sí, me dice Manolo, me ha removido en mi interior recuerdos ya
enterrados y los he saboreado. Ya sabes
que a mi me gusta un libro o no me gusta como los vinos, no hablo de literatura
porque no lo necesito, hablo de lo que me llega, de si me hace reír o llorar,
si me remueve la conciencia, si me repugna o me agrada, de lo que me gusta o no, y este libro Manolo,
sus ocho historias me han encantado, una de ellas que me encantó, así de
titula. Le escuche una vez, a un escritor sevillano, Gregorio Verdugo, una
frase que me encantó, valga la redundancia del encanto, que viene al hilo de lo
que te quiero trasmitir, me dice Manolo, y es que un libro, cuando el escritor
lo acaba y lo publica deja pertenecer al autor y pertenece al lector; el lector
lo rumia, lo saborea, le agrada o no, le hará reír o llorar, pensará cosas e
interpretará otras que el autor ni por asomo lo pretendía, pero esa es la magia
de los libros, la magia de la imaginación que se desborda con la lectura de lo
que otro u otra ha escrito y tu la dejas volar.
Manolo es de los que prestan los
libros, aunque no se los devuelvan, como ocurre a menudo, y yo sé que lo ha
traído para dejármelo y que lo lea. Se lo pido, lo ojeo, me gusta palpar los
libros, tocarlos, no soy de libros on line, me niego a leer en el ordenador o
en los aparatos esos precargados ya de miles de libros que ni en dos vidas me
daría tiempo a leer. Me gusta la recomendación del amigo, o la búsqueda al azar
en las editoriales, y cuando veo uno que me llama la atención pues me digo:
éste, y a ver qué pasa. El llanto de un niño me saca del ensimismamiento de la
bonita portada del libro. Se lo devuelvo a Manolo, pero me dice tal y como yo
esperaba que me lo quede y lo lea que lo voy a disfrutar. Perfecto, le digo, y
vaya tela como berrea el enano ese. Sí me dice Manolo, es una herramienta de
los niños y niñas que algunos la saben utilizar de maravilla, de eso va uno de
los relatos de Mila Guerrero, la autora, que ha sabido trasmitir de maravilla
situaciones reales con unos personajes definidos y encuadrados en un tiempo-
espacio breve, pero con unas proyecciones hacia tu interior que te interpelan,
que espolean nuestras conciencias, sobre todo si has sido padre o madre.
En uno de los relatos, me dice
Manolo, Mila calca la realidad del padre machista actual, que infravalora a su
mujer, que con una crueldad inhumana, anula a su mujer, que con una frialdad pasmosa
inculca al hijo la misma crueldad hacia la madre. El niño en definitiva
maltrata a la madre con sus armas tal cual lo hace el padre con la suyas. Es
absolutamente desgarrador como termina el relato Mila, magistralmente, por otro
lado, cuando dice: “Ahora estamos mejor sin ella” (Pág. 21). Demoledor. Es el
triunfo del mal, pero es la realidad de lo que hay. Que cabrones los dos, el
padre y el hijo. Bueno, le digo a Manolo, cómo te emocionas. Sí, me contesta,
es que no sabía hacia donde me llevaba Mila en el relato, y el final me dolió.
Literatura de la buena, de la que denuncia, remueve conciencias…
Ha llegado otra madre al parque
con su hijo que no para de decirle que tenga cuidado que va a coger frio, que
no se quite el abrigo que se va a resfriar, lo llama cada dos por tres para
tocarle la frente no vaya a tener fiebre, el niño ha tosido y la madre ha
corrido hacia él para ajustarle la bufanda y decirle que en cuanto llegue a
casa le tiene que dar la Fluidasa… Uf resopla Manolo, esta es una hipocondríaca
de la vida que tiene al niño asfixiado… también aparece retratada una en otro de los
relatos de Mila… lo lees y la estas viendo… genial. Pero me ha caído bien la
hipocondríaca, me dice Manolo, porque apunta cosas interesantes, como es el
tema de la humanidad en la relación médico-paciente. Verdad es que hay médicos
que ni te miran cuando te atienden, pero otros son para comérselos, grandes
profesionales, y humanos, muy humanos… como mi amigo Rodrigo, le digo a Manolo…
efectivamente, me confirma. El uso y mal uso de nuestra Seguridad Social, queda
retratada por Mila Guerrero muy bien. . Es la típica madre que asfixia al niño
de pequeño y de mayor lo seguirá asfixiando, la del parque, digo. Su único
objetivo en la vida es cuidar a su hijo, y claro, el pobre hijo sufre las
consecuencias. A los niños y niñas, me dice Manolo, hay que dejarles volar, lo
que pasa que cuando eres padre o madre ese volar te asusta, por lo que les
pueda pasar… sí, la inmensa mayoría de los padres y madres somos demasiado
proteccionista, ¡qué le vamos a hacer ¡.
Al fondo de la zona de columpios,
han llegado dos padre, con dos niños, que alborotan como veinte. Manolo me
llama la atención sobre ellos para que me fije en la cara de malo que tiene uno
de ellos, aunque luego sea un bendito, y la cara de pánfilo que tiene el otro,
que luego, a lo mejor es un bicho. No juzgar, pienso, pero va en nuestra
genética eso de juzgar, catalogar, encasillar. Lo que está claro, me confirma
Manolo, es que los padres y madre, en ocasiones no vislumbramos, ni por asomo,
la maldad que pueden albergar algunos de nuestros hijos e hijas, a pesar de que
su apariencia sea la de un angelito o angelita. De eso va otro de los relatos
de Mila, de la maldad innata que puede albergar una niña o un niño. Me pregunta
Manolo ¿crees que nacemos malos y buenos?... creo que somos malos y buenos, que
la esencia del ser humanos es una lucha de contrarios. La educación aquí juega
un papel fundamental, le digo a Manolo, la educación de los padres, que es tan
importante o mas que la de los hijos, como se refleja en los relatos que Mila
escribe genialmente.
Pasamos un rato de silencio los
dos, contemplando la fauna que se va acercando al parque. Me llama la atención
una pareja que llega con un cochecito de un recién nacido que lo lleva con
mucho garbo él, mientras que ella lo sigue no dejando de mirar continuamente
hacia dentro del capazo para ver como esta su niño o niña. Manolo que lo ve, me
susurra, porque están pasando cerca de nosotros: a este lo retrata Mila
perfectamente. Bueno, igual me equivoco, pero casi seguro que no, continua
Manolo, que éste es de los que de cara la galería parece que es un autentico
heraldo de la igualdad, mientras que de puertas para adentro es un cobarde que
se siente superior a su mujer, egoísta, que no tiene sexo con ella, sino que la
usa para tener él sexo, que es muy distinto, vamos un regalito para la pobre
mujer. Ya veras cuando leas ese relato, me dice Manolo, te gustará, lo borda,
la Mila.
Manolo juega con el libro en las
manos. Yo sigo observando los habitantes del parque. El culo aún aguanta, sigo
cómodo. Manolo reclama mi atención de una madre con dos niñas, parece que
hermanas, de edades cercanas, que están las dos como discutiendo por algo que
una de ellas tiene en las manos. Cosas de niñas, y de niños, le digo a Manolo.
Sí, me responde, pero que importante es inculcar amor en nuestros hijos, y no
tanto de nosotros hacia ellos o de ellos hacia nosotros, que se da normalmente,
sino entre ellos, porque si se dispara la envidia y los celos, se acaba como
muchos de los que a nuestro alrededor habitan, hermanos y hermanas que ni se
hablan. Mila trata de eso en otro de los relatos. Hasta que punto puede llegar
el odio, el rencor y la venganza entre hermanos. Terrible. Por eso, me insiste
Manolo, yo siempre que puedo le digo a mi hijo que quiera muchos a sus
hermanas, y a ellas entre sí, que se apoyen, se ayuden. Es muy triste ver a hermanos
y hermanos que no se miran. Ahí los padres y madres tenemos mucho que hacer y
decir. Inculcar el amor, trabajar el amor entre hermanos y hermanas. Educar en
el amor. El mundo sería distinto, cambiaría, sentencia Manolo.
Ya me esta mandando mensajes el
culo de que llevamos mucho tiempo sentado. Se lo digo a Manolo, y riéndose me
dice que peor lo tendrán aquellas dos que están allí de palique desde antes de
que llegáramos nosotros. Desde lejos se ve que una de ellas especialmente es la
que charla por los codos mientras que la otra asiente o niega según la otra va
hablando… Siempre he admirado la capacidad, y no lo digo peyorativamente, de
conversar que tienen la mayoría de las mujeres. Se cuentan las cosas con una
minuciosidad admirable. El otro día, me cuenta Manolo, su mujer llamó a su
prima, que es un encanto de mujer; yo, me dice Manolo, estaba en la cocina,
fumando, que otra vez he caído en el vicio de los cojones, y oía a mi mujer
perfectamente; el motivo de la llamada era interesarse por su salud, porque le
había comentada otra prima, hermana de la que llamaba, de que su marido había
pillado el Covid. La respuesta de la prima no las oía, lógicamente, pero por
los silencios de mi mujer, y los sí, ah, aja, que iba soltando, calculaba el
tiempo de respuesta de la prima que solía ser bastante largo. Terminado el tema
Covid, aparece el tema hijos e hijas, y se desgrana como van en los estudios,
salidas y entradas, relaciones sociales, etc. Repasados los hijos e hijas, se
entra en tema gordura, alimentación, gimnasio, fastidio. Terminado tema gordura
entramos en tema tiempo, el frio que hace, lo mal que lo llevan. Del frio
pasamos a los abrigos de rebajas, que si más baratos en Zara que en Cortefiel,
o nada de eso, que mas barato on line… y así hasta que de pronto una mira el
reloj y suelta el Ah¡ que se me ha ido la mañana y no he hecho nada, y se
despiden con mucha prisa deseándose parabienes por doquier. Retratadas quedan,
fenomenalmente, también en otro de los
relatos de Mila, precisamente además en el que da titulo al libro.
Miro la hora y le digo a Manolo
que nos debemos de ir, porque alguna madre nos está mirando con cara de malas
amistades, pensando que somos dos viejos verdes de esos hijos de puta que
abusan de niños y de niñas. Bueno, me dice Manolo, es otro de los relatos de
Mila que me han encantado, uno que es magistral, lo dice todo con tan poco
gasto de palabras. Léelo, me dice Manolo levantándose del banco y pasándome el
libro. Lo leeré, sin duda, le contesto, mientras que siento el alivio de mi
culo que se relaja al verse liberado de la opresión de mis kilos de más. De
vuelta a casa, y despedido ya de Manolo, vengo pensando en la poca importancia
que le damos a la educación que damos a nuestros hijos, de lo benévolos que
somos en muchas ocasiones que deberíamos de ser más tajantes, por lo menos yo,
que con mucha bondad para que no sufran a veces les hacemos mas daño que
beneficio, que por encima de todo, cada día creo más en el poder del Amor, que
es el que de verdad hace milagros en las personas, y que es por lo que hay que
luchar si de verdad queremos crear un mundo mejor, mas humano y mas justo.
Gracias Mila por lo bien que me
lo he pasado leyendo esos maravillosos relatos. Muy recomendable su lectura.
Mauricio Ruiz Berlanga.
15 de Enero de 2021.
Festividad de los Mauro.
La imagen procede de: https://www.anantescultural.net//?s=animales+del+parque
Para conocer algo de Mila Guerrero y de la presentación de su libro:
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