Antonio Tocornal.
Bajamares. Ediciones Insólitas. Madrid, 2020.
Me acaba de llamar Manolo y me ha
propuesto que vayamos en bici desde nuestra urbanización hasta el Faro de
Chipiona y desde allí al de Bonanza. Nuestra urbanización viene a estar
equidistante entre ambos faros, a unos ocho kilómetros, por lo que sería una
ruta, según los cálculos de Manolo de unos 32 kilómetros, iremos primero por la
vía verde que el Ayuntamiento de Chipiona ha construido para uso y disfrute de
los chipioneros y sus visitantes; esta ruta comienza o termina según se mire en
el Camino de la Reyerta que es la linde entre los términos municipales de
Chipiona y Sanlúcar, la vía sigue el trazado del antiguo ferrobús que unía Sanlucar con todo el litoral gaditano hasta
Cádiz capital. El ayuntamiento de Sanlúcar, que podía haber hecho lo mismo, tiene
el trazado del tren totalmente abandonado, parte convertido en carretera sin arcén,
muy peligrosa para los andantes del colesterol, parte se la han apropiado por
el morro sus vecinos, todo lleno de basura, o de toallitas húmedas de esas que
no se degradan tras quinientos años de existencia, que sus usuarios, después de
una marcha atrás agotadora no se han dignado guardarlas en su coche para
después tirarlas y la dejan allí para realce de la desidia del Ayuntamiento de
Sanlúcar de Barrameda.
Hemos quedado a las ocho de la
mañana en casa de Manolo porque desde allí enfilamos mejor la salida hacia
Chipiona. Se me olvidó preguntarle a Manolo que cómo se le ha ocurrido esta
ruta, que por otro lado a mí me parece muy original y apropiada para hacerla en
bicicleta, pero como veo que está saliendo ya de casa se lo pregunto
directamente. Después de los buenos días y de las típicas carcajadas de Manolo
riéndose de la cara de gilipollas que tengo con el casco de Bicicleta, y de las
mías diciéndole que porque él no se ve… nos damos los buenos días, y antes de
arrancar le pregunto que cómo se le ha ocurrido esta ruta, a lo que me responde
que se debe a una magnifica novela que acaba de leer que se titula Bajamares,
que le ha suscitado una gran admiración hacia su autor, por lo insólita de la
misma, por su surrealismo, porque es toda ella una gran metáfora, aunque tú
sabes, me advierte Manolo, que yo de literatura entiendo poco por no decir
nada, pero si entiendo de lo que siento, de lo que provoca en mí su lectura, de
sus efectos en mi ánimo… en fin, que en la novela su protagonista es un farero,
que vive en un faro, por eso, se me ocurrió cuando la acabé decirte que
hiciéramos esta ruta y así de camino te cuento todo lo que te puedo contar de
la novela Bajamares, sin joderte su lectura, que por supuesto la tienes que
leer… pega un salto en la bici, y me dice… Vamos! despacito para que podamos
charlar…
Salimos a la Carretera de la
Jara, catalogada por Manolo, como una de las más peligrosas de España, sin
arcén, sin acerado, llena de baches revienta ruedas, sin farolas, con montañas
de basura acumulada por sus vecinos y no vecinos, que me recuerdan las montañas
de basura que vi en las aceras de Calcuta, cuando estuve por allí de
voluntario, como serán las montañas de basura acumulada que no la recoge el
camión de la basura del Ayuntamiento, sino un tío con una Bulldozer, que la
vierte a un camión que se la lleva a prefiero no saber dónde… y lo peor, como
dice Manolo, los conductores que no respetan para nada a los ciclistas y nos
pasan a medio metro a unas velocidades que triplican la permitida que es de
treinta kilómetros por hora, Manolo cada vez que alguno no nos respeta además
de cagarse en sus muertos, le hace una pirula, por lo que un día de estos me
veo metido en una reyerta haciendo honor al camino hacia donde nos dirigimos. Como
es temprano no hay mucho tráfico, Manolo se coloca en paralelo y empieza a
comentarme sus impresiones de la novela Bajamares, que por cierto el nombre no
puede ser más bonito, más marinero, más metafórico… la novela, me dice Manolo,
tiene un prólogo que está bien, pero no muy bien, no porque no esté bien
escrito, que lo está, o su contenido no valga la pena, que lo vale, sino porque
a mí me gusta meterme en las novelas después del título, zambullirme en el
contenido sin parada en prólogo, pero bueno, eso es gusto y nada más… en el
primer párrafo el prologuista dice que Bajamares va sobre la muerte… y yo te
digo que de muchos más, porque también va de la vida, de lo animales que somos
en el sentido literal de la palabra, de soledad, de silencio, de imaginación
que desborda, abruma… no hay amor, si mucho desamor… va del espejo donde nos
miramos y vemos a otro siendo el mismo, va de locura que es normalidad… va
de un farero solitario en una isla deshabitada… (Pág. 7) Ten cuidado
Manolo, le interrumpo, que viene uno a carajo sacado, freno para dejar que
Manolo se coloque delante mía y pase el desalmado como es costumbre a menos de
medio metro de distancia y a noventa kilómetros por hora… Veo la pirula de
Manolo, y oigo un claro tu puta madre… paramos en el cruce de la Reyerta me
dice Manolo… de acuerdo… seguimos pedaleando uno tras otro hasta allí…
Me dice Manolo que me ha pedido
que me pare aquí en el cruce, donde empieza la vía verde de Chipiona para
leerme el final del prólogo que le ha gustado mucho, y al lado del cartel
explicativo de la ruta me lee: “Bajamares está a mitad de camino entre lo
soñado y lo recordado, la posibilidad y la certeza, instalada en un abismo que
tiene el nombre, siempre incierto, de Literatura”. Josep Maria Nadal Suau. (Pág.
11). La novela es pura Literatura, sigue Manolo, que engancha, te absorbe, te
obliga a pensar, te crea expectativas… sorprende, sobre todo eso, me dice
Manolo, sorprende, no es una narración fácil, ni una novela al uso… dejamos
paso a dos tres ciclistas que empiezan la vía, y le digo a Manolo que ya me
tiene en ascuas, y que estoy deseando leer la novela, a la vuelta, cuando
crucemos Sanlúcar en la Calle Ancha paramos y miro a ver si la tiene la
Librería Atlántida y me la compro… si quieres te la dejo, me dice Manolo, pero
yo le digo que no porque a mí me gusta leer y subrayar, poner comentarios en
los márgenes… Vale, vale, me dice Manolo, y arrancamos de nuevo la ruta camino
del Faro de Chipiona…
La vía verde tiene como unos
cinco metros de ancho por lo que podemos ir en paralelo, charlando, sin
interrupciones de conductores irrespetuosos con los ciclistas. Me dice Manolo
que Bajamares es única por varios motivos que descubriré cuando la lea, pero te
puedo adelantar, que uno de ellos es la puesta en escena de la novela, su
contenido, que aparece en doce narraciones o capítulos que narra el guardafaros;
doce documentos, que son descripciones, listas de ventajas e inconvenientes
para tomar ciertas decisiones, cartas, recibos, notas de naufragios, definiciones
a modo de ejemplo que se recogen en una enciclopedia y una nota interna de un
funcionario; diez narraciones o capítulos que cuenta el narrador; cuatro
narraciones o capítulos que narra el barquero; una narración o capitulo que
narra la madre muerta; y unos breves agradecimientos del autor de la novela que
ya comentaremos… Manolo me dice de pronto que me pare que me quiere enseñar
unos huertos de agricultura ecológica que merece la pena ver, no tenemos que
abandonar la ruta, lo vemos desde la misma vía,
esta todo muy cuidado, se puede comprar verdura de temporada, hay unas
construcciones en madera, todo muy rústico; Manolo me comenta que él, cuando es
la época, coge el coche y viene a comprar unos chicharos dulces exquisitos, o unas
alcachofas con un corazón inmenso y apetecible… Debo reconocer que las papas
con alcauciles que hace Manolo están de fábula, así se lo hago saber, para que
se acuerde, cuando haga alguno de esos guisos exquisitos, de invitarme, le
digo, que ya no me acuerdo de la última vez que me invitó… se ríe… Montamos de
nuevo en las bici y justo antes de abandonar la vía para dirigirnos hacia el
Puerto de Chipiona, me dice Manolo, que nos vamos a acercar a ver la playa de
la Micaela, que esta justo antes de llegar al puerto, y que es la única playa
disponible, pues desde la punta de Montijo al Puerto hay mucha roca, y un mar
que cada año le va ganando terreno a los invernaderos que lindan con la playa,
hay auténticos muros de rocas para aguantar al mar, lo que se me antoja una
idiotez, porque de siempre cuando el mar dice va… no hay nada que lo pare, pero
los hombres y la mujeres somos así de crédulos… por no llamarnos idiotas.
Dejamos las bicis atadas a unos
barandales que hay en la acera de la avenida que linda con la playa de la Micaela,
y bajamos por una rampa de madera hacia la playa que está con marea baja, lo
que hace que huela a algas, a salitre; cuando la marea está alta, el olor
cambia a mar. Veo a Manolo que se agacha a recoger una piedra, ovalada, que
tiene forma como de un ojo lo que le recuerda, me dice, un amuleto que el
guardafaros posee, y que a él, cuando leyó la novela le recordó el ojo de
Dios, ese que venía en la enciclopedia o
en el catón, metido en un triángulo, con
el que nos amedrentaban con aquella
frase de que ese es el ojo de Dios que todo lo ve, y yo, entraba en pánico
porque pensaba que qué pensaría Dios de mí cuando era malo malísimo… soltó la
piedra, que todo lo ve, y me comenta la gran imaginación de la que Antonio
Tocornal hace gala en su novela… se nota además como conoce al mar, a la mar, y
el mar… se le nota que es cañaílla, que ha respirado la sal de las salinas de
San Fernando… y vete a tu saber si no se inspiró para su novela en Sancti Petri
que es Isla y tiene faro… Deseando estoy, le digo a Manolo, de leerla… vámonos
a las bici, me replica Manolo, que todavía nos queda ruta…
Nada más salir de la playa de la
Micaela, vemos la entrada del Puerto Chipiona que está destinado por una parte
a Puerto Pesquero, y por otra a Puerto de embarcaciones recreativas, deportivas
y yates... Manolo, me dice, que si el fuera Inspector de Hacienda investigaría a
todos los fulanos o fulanas que tienen en propiedad esos pedazos de yates que
estamos viendo, para saber de donde proviene el dinero con el que se lo han comprado…
según Manolo nos llevaríamos grandes sorpresas… Yo le respondo que yo a quien
investigaría es a todos los Inspectores de Hacienda para ver cual era su
patrimonio cuando aprobó las oposiciones y cuál es su patrimonio en la
actualidad, para comprobar si su incremento patrimonial es acorde a su sueldo
de Inspector… estoy seguro que también nos llevaríamos grandes sorpresa… Cada
vez que vengo al Puerto de Chipiona, continua Manolo, me acuerdo de que este
Puerto estaba previsto construirlo en la Playa de las Piletas en Sanlúcar, pero
uno de los Alcaldes más inepto que ha tenido Sanlúcar rechazó la idea, para
gran alegría del Alcalde de Chipiona que la ejecutó enseguida, sumando un mayor
prestigio a su pueblo… Si no me equivoco, le digo a Manolo, ese es el mismo
Alcalde que puso la depuradora de aguas residuales en pleno casco urbano de
Sanlúcar… el mismo, dice Manolo, un
Nobel de la gestión, sentencia… y seguimos pedaleando… hasta pararnos delante
de la escultura de la más grande, a la que Manolo adora, reverencia, la gran
Rocio Jurado… dejamos a la Jurado y nos dirigimos al inicio del Paseo Marítimo
de Chipiona, paramos y nos sentamos en uno de los bancos que miran al mar, el
día es claro, me dice Manolo, señalándome la punta de Salmedina, con sus
farallones… ¿qué son farallones? le digo a Manolo, pues piedras que terminan en
punta en medio del mar, peligrosísimas para la navegación… la Isla de Roque
Espino de la novela, esta plagada de ellos, y de naufragios, hasta que se puso
el faro y el guardafaro lo atendió durante toda su vida evitando no sabemos
cuántos naufragios… menudo personaje el farero de Roque Espino… vivir en
soledad y silencio siempre… como un ermitaño, en su caso, ermitaño de la mar…
¿Sigue habiendo fareros? le pregunto a Manolo, que me dice que cree que sí… aunque
en mil novecientos noventa y tres se decretó su extinción, aún siguen quedando
alguno y alguna; a raíz de lo mucho que me ha gustado e impactado la novela de
Antonio Tocornal, el otro día leí un reportaje, me cuenta Manolo, de la única
farera que queda en activo en España, lleva 44 años viviendo en el faro del
cabo Vilán, en la Costa da Morte… esta farera que se llama Cristina, dice cosas
preciosas de su profesión: “El Vilán es mi vida. No vivo solo en el faro,
también vivo para él"[1]…
“Para mí es una vida cargada de libertad… para mí la soledad significa
libertad"[2]… Esto
último me llega, se lo comento a Manolo, que me responde con esta frase de la
novela Bajamares que le ha impactado: “A veces basta con la posibilidad. Cuando
uno tiene tanto tiempo, la posibilidad es lo que más valor tiene. He aprendido
que a menudo es mejor que la posibilidad no se convierta en un hecho consumado;
que continúe abierta como una oportunidad, con todos sus riesgos y con su
incertidumbre”[3]… Bueno,
me dice Manolo, aquí se está en la gloria pero hay que seguir… nos montamos en
la bici y enfilamos por el paseo marítimo, no paramos, me dice Manolo, hasta el
Faro de Chipiona… Vale…
Imponente!, exclamo, cuando nos
encontramos debajo del Faro de Chipiona… Es el mas alto de España me dice
Manolo, que me confiesa que a raíz de la novela se ha empapado unas cuantas
páginas webs de Faros… La novela te crea afición al faro, al mundo que los
rodea, que es fascinante… Pasan dos chavales con una cesta llena de erizos…
Este era, me dice Manolo señalando la cesta, el desayuno del guardafaro de
Roque Espino, Antonio Tocornal lo narra como si fuera un ritual, una comunión[4]…
es muy bueno contando la historia de ese farero tan peculiar… pero algo que es
sublime y que debería pasar a la historia de la literatura en letras de oro es
cuando Antonio Tocornal narra cómo se hacia los huevos fritos el farero… ya me
dirás cuando lo leas me dice Manolo… Donde nos encontramos, continua Manolo, se
llama la Punta del Perro, que casualidad que nuestro farero de la novela tiene
un perro al que en un principio, cuando se lo regalan, no lo trató muy bien,
pero luego lo hace su sombra… dice el farero en la novela “No comprendo qué
resorte deja de funcionar en mi mente. No encuentro una explicación razonable.
Y eso que intento razonar. Razono que le tengo miedo a la muerte”[5]…
es una novela que te inquieta, que te zamarrea tus instintos… es, termina
Manolo a la vez que se sube a la bici, una excepcional novela… Vámonos que
tenemos que llegar al faro de Bonanza… volvemos por dónde venimos…
Pedaleamos de nuevo por la vía
verde de Chipiona, no paramos, me dice Manolo, hasta que lleguemos a la calle
Ancha, en Sanlúcar, y paremos en la Librería para que te lleves hoy miso
Bajamares a tu casa o la encargues… estupendo, le digo… Por fin, llegamos a la
Librería, necesitaba parar porque mis rodillas hablan de dolor, de la edad que
no perdona… dejamos las bici atadas en la fachada y entramos… Elicio, el
librero, es un gran tipo, buena persona, que disfruta como nadie de la lectura
y de los libros, que son su pasión y sus faros por la vida… le pregunto por
Bajamares, y me da la alegría de que la tiene… él la ha leído y coincide con
Manolo en que es una excelente novela, parida por un excelente narrador… Cuando
estoy pagando le veo a Mauricio, que en la [6]caja,
tiene un número de lotería que termina en mi número favorito, se lo hago saber
y, me dice, que se lo ha comprado precisamente porque en la novela aparece ese
número… se me antojó comprarlo, si me toca, tengo previsto cerrar la librería
un mes e irme a recorrer Mallorca, que no la conozco y de paso saludo a Antonio
Tocornal que me ha dado la suerte… Nos reímos… Manolo me dice que tenemos que
seguir, no sin antes contarle a Mauricio que a raíz de la novela estamos
haciendo la ruta de los faros, hemos ido al de Chipiona, y ahora vamos para el
de Bonanza…
Volvemos al pedaleo… Manolo me
ameniza de nuevo la ruta con otra cita de las que el enmarca en su colección de
perlas literarias… “Más tarde fueron los amigos: un conjunto de seres simples
pero contradictorios; programados por la genética para competir entre ellos y
al mismo tiempo para emular, para convertirse en clones de los demás, y para
subdividirse en facciones con el único propósito de devorar a los mas débiles
entre risas y bromas, destruir y someter a los inferiores y erigirse en
pequeños reproductores dominantes”… es una foto real de nuestra sociedad, le
digo… o esta otra sobre la vejez que es impresionante: “Cuando uno se ha pasado
la vida trabajando para dignificarse, para reconstruirse intentando comprender
cosas, la razón de todo y cómo funciona todo y comprender la mar y el
horizonte, la vida se lo devuelve a uno de esa forma cruel: con incapacidades,
con sometimientos degradantes y al final con la muerte” [7]…
joder! como las clava el amigo Antonio Tocornal, resoplo… Me dice Manolo que también hay sexo en la
novela, no es del que a él le gusta, pero no deja de ser sexo… y se ríe
socarronamente… recitándome: “Lo más depravado está dentro de cada uno. Solo
hay que atreverse a mirar en el cajón adecuado. Si uno lo piensa demasiado se
puede llegar a asustar” [8]… Manolo,
se queda pensativo… le digo que si está recreándose en algún párrafo excitante
de la novela, y me dice que no… que esta pensando en el dolor de rodillas de
tanto pedalear y que hay que parar a descansar… me encanta la idea, le digo… hemos
dejado atrás la Barriada de los Marineros y le propongo a Manolo descansar en
las escaleras del Colegio Marista que hay en Bonanza… así lo hacemos… y ya
desde allí la distancia al Faro de
Bonanza es de un tiro de piedra… en este Colegio estudiamos Manolo y yo lo que
hoy seria la Primaria, Secundaria y la ESO… Manolo me recuerda el día que
apareció una ballena varada en la playa de Bonanza, que los Hermanos nos
llevaron a que la viéramos de cerca, cómo
apestaba, también, me dice Manolo, aparece una ballena en la novela… en fin…
nos acercamos al Faro de Bonanza, menos imponente que el de Chipiona, ya sin
uso, descuidado… no entiendo, me dice Manolo, como el Ayuntamiento no ha dado
algún uso a esta reliquia… no podemos entretenernos más porque se nos viene la
hora de comer encima y hay que volver a casa… a pedalear otra vez, o mejor
dicho a sufrir, porque este deporte de la bici es para masocas… se ríe Manolo…
y me dice que sin parar a casa… ok, le digo… y allá que vamos…
En media hora ya estábamos en mi
casa, antes de despedirnos, me dice Manolo, que intuye que me va a gustar mucho
la novela… el final es sorprendente, como la novela toda… lo único que es una lástima,
me dice, es que el farero de Roque Espino no encontrará el amor que convierte
la posibilidad en felicidad, se quedó en el mundo de lo posible, con lo cual no
fue, en el sentido de ser… no vivió, no amó, por la cara cruel que a ciertas
personas le muestra la vida… Que la
disfrutes ¡!
Bravo AntonioTocornal ¡!
Mauricio Ruiz Berlanga.
Veintinueve de enero de dos mil
veintiuno.
Dia en que los Valerios que
quieran celebran su santo…
[1] En https://www.vice.com/es/article/nekk97/farera-costa-da-morte-broadly
consultado el veintinueve de enero de dos mil veintiuno.
[2] Ídem.
[3] Antonio
Tocornal. Bajamares. Ediciones Insólitas. Madrid, 2020. Pág. 25
[4] Cf. Ídem.
Pág. 30-31
[5] Ídem.
Pág. 47
[6]
Tocornal, Bajamares, o. c. Pág. 125
[7] Ídem.
Pág. 200
[8] Ídem.
Pág. 151