Alejandro Pérez Lugín. La Casa
de la Troya. Estudiantina. Librería
“Galí”. Santiago de Compostela (La Coruña). 1968 Septuagésima cuarta Edición.
Ya le dije yo a Manolo cuando
comenzamos aquella mañana nuestro habitual paseo que nos iba a llover… y así
fue… llovía chirimiri al principio, pero después, a mares y a cantaros… lo que
nos obligó a recluirnos en la librería de nuestro amigo Pablo… una librería
preciosa, de viejo y de nuevo, de compra, venta y alquiler de libros, que
aguanta como puede los vaivenes de la situación actual… vender libros hoy en
día, con lo poco que se lee, con las tabletas electrónicas para leer, con los amazones,
con las casas de los libros, con los todos tus libros, con los fenacs,
tiene mucho mérito… Manolo me dice que
Pablo es uno de esos libreros vocacionales al que le da igual ganar
dinero, que lo que le gusta es cuidar, mimar y promocionar la compra del libro
para que se lean… realmente el mundo sería muy distinto si todos leyéramos más…
y cómo llovía aquel día… Manolo, nada más entrar en la librería se fue hacia
las mesas donde están los libros viejos, ya usados, de segunda, tercera o
cuarta mano, vete tú a saber…que suelen estar a un euro el ejemplar… ya ves tú,
me dice Manolo, esta joya a un euro… pero esa es la realidad… el libro, excepto
en contadas ocasiones, con el paso del tiempo no tiene apenas valor… pero
también, me dice Manolo, que en realidad un libro no tiene precio, porque al conocimiento, a la imaginación, al libre pensamiento, no se
le puede poner precio… seguía lloviendo a chuzos, Manolo me invitó a sentarnos
en la mesa camilla que hay en un rincón de la librería donde Pablo aprovecha
para leer, marcar, acariciar, recomponer, los libros que le llegan y para echar
una cabezadita cuando es menester… Pablo
estaba atendiendo a una señora, así que acepté la invitación de Manolo, que
antes de sentarse comprobó si el calienta cachas estaba encendido porque llovía
y hacia frio aquel día…
Manolo
se trajo de la mesa de libros antiguos un ejemplar de una novela titulada La
casa de la Troya de Alejandro Pérez Lugín… antes que de que Manolo me lo
preguntara ya le había comentado yo que no conocía ni la novela ni el autor,
por lo que deduje que ya teníamos conversación… Manolo se acomodó… se arrebujó
en la cómoda mecedora… y le brillaban los ojillos deseoso de empezar a contarme
de qué conocía él aquella novela, por qué la había leído… quién era su autor…
yo me acurruqué también, con expresión de escucha atenta… esa que le gusta
tanto a los psicólogos… y qué tan difícil es de practicar… pero que la aconsejo
vivamente porque ayuda mucho al que tiene algo que comunicar, el que alguien le
escuche… y lo haga con atención… Manolo que desde su posición en la mesa
camilla veía la calle a través del gran ventanal que precede al amplio
escaparate de la librería… se quedó embobado mirando la lluvia que seguía
cayendo con devoción… tuve que ser yo el que con un chissst le sacará de
su arrobamiento… pensaba, me dice Manolo, en Galicia, en lo que llueve en
Santiago… y eso? le pregunto… porque esta novela está escrita allí, transcurre
allí, me dice… hoy llueve aquí como allí, le digo… asiente Manolo… que bonita
es Galicia… con lluvia y sin lluvia…
Te
sorprenderá, me dice Manolo… yo no le dejo continuar y le digo que de él ya no
me sorprende nada… sonrío… pues te va a sorprender, se reafirma Manolo, que
esta novela que tengo en mis manos, la conocí, y luego leí, por medio del Máster
de Espiritualidad que realicé cuando me prejubilé hace ya casi cuatro años en
la Loyola… ah! le pregunto, ¿es que la novela va de místicos?... que va, me
dice Manolo, la novela es una preciosa historia de amor… bien escrita, trabada…
que emociona… que refleja fielmente la vida de los estudiantes en aquel
Santiago de principios del siglo XX… Vaya! que no me esperaba que la compra que
estaba realizando por dos euros y medio me fuera a gustar tanto… dime entonces
que tiene que ver con el Máster, que por cierto otro día me tendrás que contar
que tal te fue, con la novela que tienes entre manos… Pues esa es la cosa, me dice Manolo… el
Master aun no lo he acabado… estoy liado con el trabajo fin de Master que lo
estoy realizando sobre la experiencia de Dios, o sea, de la mística del padre
Arrupe… ¿del padre Arrupe? le pregunto extrañado… sí , me dice Manolo, pero
otro día te cuento el por qué de ese trabajo, que si no, no me da tiempo de
hablarte del libro… Que grandísimo ser humano, el padre Arrupe, le digo a
Manolo… sí, me confirma… y según más lo conoces más caes en la cuenta de la grandeza de su corazón, de su
humanidad, de su liderazgo… ya veo que lo conoces bien, le digo a Manolo… sí,
me dice Manolo, lo estoy estudiando y conociéndolo muy a fondo… pero… volvamos
a la Casa de la Troya que nos despistamos… aunque es el padre Arrupe, me dice
Manolo el que me aconsejó su lectura, me dice Manolo, para mi asombro… ¿cómo es eso?... le pregunto… pues leyendo
una autobiografía que tiene el padre Arrupe de su época de misionero en Japón,
titulada Ese Japón increíble…, en la página 12 de la 5ª edición que hace
la editorial Mensajero en Bilbao en 2001, dice el padre Arrupe… Quien haya
leído La Casa de la Troya conoce ya casi todos mis años de estudiante…
claro, me dice Manolo, lastima que no precisara con que protagonista se
identificaba más… sin pensármelo entré en el oráculo Google y busque la novela
para hacerme con ella, con el sano propósito de hacerme una idea de cómo era
ese ambiente estudiantil con el que de alguna manera el padre Arrupe
identificaba sus años de estudiante universitario… comencé a leerla, me dice
Manolo, con reparos… con el prejuicio de cómo una novela de tantos años iba a
ser buena o entretenida… de un autor desconocido para mí… y su lectura fue muy
gratificante, entretenida… de las que hace afición a la lectura… recomendable…
Manolo
acaricia el ejemplar de la Casa de la Troya que tiene entre manos y lo
veo que se detiene en una de las primeras
páginas… lee en voz alta la dedicatoria de la persona que compró el libro… y lo
hace con un respeto máximo… regalar un libro es siempre regalar amor, buenos
deseos… y si va dedicado, siempre hay complicidad entre la, o el, que lo regala,
y el contenido del libro… en este caso hay además mensaje que sólo sus
protagonistas saben, con certeza, lo que quieren decir… emociona saber, me dice
Manolo, con el cariño, que este ejemplar, Patricia, se lo regaló a su abuela
Maruja, haya por Agosto de 1998, el día 15, que es el día de la Asunción de la
Virgen, fiesta católica, muy celebrada en muchos pueblos de España… la
dedicatoria dice así… la vuelve a leer Manolo con mucho sentimiento: A mi
abuela Maruja, por ser la Virgen de la Paloma. Mil millones de besos. Y no hay
mantón de la China. ¡Pero algún día lo habrá!. Patricia. 15 de Agosto de 1988.
… Pues que bonito, le digo a Manolo… Maruja es un hipocorístico del nombre
hebreo de María[1], la
madre de Jesús… probablemente la abuela
de Patricia, Maruja, celebraría su santo el 15 de Agosto… de ahí que su nieta
Patricia le regalara este libro… y pues puestos a elucubrar, me dice Manolo,
Patricia le regala a su abuela el libro por ser la fiesta de la Virgen de la
Paloma, que es la patrona popular de los madrileños… Patricia quiere a su
abuela a rabiar… tanto, que no le envía un beso sino mil millones… que es una cifra considerable…
se queda un momento pensativo Manolo y continua… y la parte final de la
dedicatoria, es seguro, que Patricia esta jugando con la estrofa de la castiza Zarzuela
«La
Verbena de la Paloma» que dice «Por ser la virgen de la Paloma, un mantón de la china,
te voy a regalar.»[2]…
por eso le dice Patricia a su abuela Maruja que no hay mantón de la China, pero
que algún día lo habrá… sí señor¡ Manolo… ojala que Patricia le regalara a su
abuena ese mantón de la China que ella deseaba, y desde aquí, le enviamos un
fuerte abrazo a Patricia y a su abuela Maruja para que estén donde estén sigan
disfrutando del cariño que se profesan…
Cómo disfruta mi amigo Manolo con
los libros… y cómo disfruto yo de los comentarios que el me hace de los mismos…
amenizando nuestros paseos… pero hoy seguimos sin poder pasear… sigue lloviendo
intempestivamente… y seguimos los dos acurrucados en la mesa camilla, que es
donde dos jubilados tienen que estar un día de lluvia… Manolo, que sabe lo que
me gusta que ponga a prueba mi conocimiento del significado de muchas palabras
de nuestra maravillosa lengua
castellana, hoy, por cierto, atacada, por la incultura reinante en nuestros
políticos actuales… esto lo dejo en mis pensamientos, porque si le saco el tema
a Manolo se enciende, y me quedo sin enterarme mas cosas que seguro me tiene
que contar sobre La Casa de la Troya… Así, me pregunta si sé el significado de rábulas…
(Pág. 7) le digo que no… Manolo me dice que seguro que conozco a alguno…
rábula es una abogado, indocto, charlatán y vocinglero[3],
vamos yo tengo dos en mente que cumplen perfectamente con esa definición…
quienes son, le pregunto a Manolo… pero me cambia de tema… para decirme que Alejandro,
el autor de la novela, es un buen psicólogo… Conoce bien a sus personajes… los
maneja oportunamente… y yo me quedo si saber que dos abogados son para Manolo
unos rábulas… Como sigue lloviendo, Manolo me sigue preguntando… ¿y el malsín,
sabes lo qué es?... niego con la cabeza… pues con ese adjetivo define Alejandro
a uno de sus personajes… ¡El malsín de Samoeiro!... (Pág. 47) es decir,
el soplón, el cizañero de Samoeiro… desde luego, me recuerda manolo, con este
es seguro que el bueno del padre Arrupe no de identificaba… ¿y brollonés?...
(Pág. 51) ese sí que lo sé, le digo a Manolo, porque mi compañero de la mili,
Santiago Martinez Mosquera, que es gallego, es de Pobra de Brollón, un consejo
de la provincia de Lugo… cuando le
preguntabas a Santi que de donde era decía que era brollonés… buena gente el
Santi… lastima que no sé de él desde que acabamos la mili, pero fíjate han
pasado mas de cuarenta años y aún me sigo acordando de él… las buenas personas
dejan huella indelebles en el tiempo… Manolo ojea el libro y me suelta…
¿mesada? (Pág. 61) te suena… sí, le digo, eso es la paga que tu das o pagas
mensualmente por o para algo… bien… me dice Manolo… y… ¿fámula?... (Pág. 63) esa
es fácil Manolo, todo el mundo sabe que una fámula es una señora o señorita, o señor
o señorito del servicio doméstico… y… ¿buhedal?... no lo sé Manolo, diría que
es una reunión de búhos, pero no lo sé… me rio… pues mira, dice Manolo, en el
contexto que lo usa Alejandro… …lo bastante para tranquilizar las
explicables y bien fundadas inquietudes que le produjo verle a usted sumergido
en el buhedal de la vida cortesana… (Pág. 64) está calificando la
vida cortesana de lugar cenagoso… lugar poco recomendable… vamos, le digo yo a
Manolo, como las cortes actuales… buhedal donde los haya… y me responde Manolo…
lo que les hace falta a nuestro gobierno actual es una palingenesia… (Pág. 64)
¿mande?, le pregunto a Manolo con cara de asombro… pues una regeneración total,
un renacimiento al sentido común del que no hacen gala en ningún momento… totalmente de acuerdo, le confirmo a
Manolo… de hadario, me dice Manolo
seguidamente, califica Alejandro a otro personaje de su novela… concretamente
dice… es el de ese hadario de Lorenzo Carballo… (Pág. 64) pues no sé qué
significa… desdichado, me dice Manolo… vaya… Alejandro, me dice Manolo, maneja mucho
vocabulario, antiguo, dicen los que lo conocen… para mí, es castellano, y
punto… son palabras que ciertamente no se manejan con asiduidad, pero que
enriquecen nuestra lengua… la segunda más usada en el mundo… y tan maltratada
por el gobierno actual… creo, sigue
Manolo, que al actual gobierno sin duda que Alejandro lo tacharía de areópago
(Pág. 87) es decir, de grupo de personas graves a quienes se atribuye,
las más veces irónicamente, predominio o autoridad para resolver ciertos
asuntos…[4] o
también de ser un gobierno taimado , (Pág. 87) ) es decir… bellaco, astuto, disimulado y pronto en
advertirlo todo[5]…
y se quedaría corto, apostillo… Sin embargo hay una palabra que usa
Alejandro en su libro, me dice Manolo, que ni el oráculo de Google me ha sabido
dar norte… larpeirón… no me suena de nada, le digo a Manolo… no sé… igual se la
ha inventado Alejandro, me dice… ¿En qué contexto la dice? igual así le sacamos
un significado, le digo… parece que es como un insulto, me dice Manolo… ¡Largo
de ahí, langrán, larpeirón, o le tiro una pesa a la cabeza!... (Pág. 96)
¿langrán?.. sí, me dice Manolo, eso es gallego, significa gandul, holgazán,
vago… por eso deduzco que larpeirón es un insulto… pero ya te digo, no he
encontrado nada sobre este vocablo… a lo mas que he llegado es a que larpeiros[6]
en según qué contextos se traduce por glotón… puede que Alejandro, en uso de su
libertad y creatividad lingüística, escribiera en vez de larpeiros, larpeirón…
y se quedo tan pancho, remato yo… Miro
hacia la ventana y la lluvia no cesa… yo estoy muy a gusto y Manolo más, sigue
ojeando el libro, buscando palabrejas para cogerme… Pablo sigue de cháchara con
la cliente… Manolo levanta la cabeza… ya ha encontrado una, me digo… ¿Sabes que
es una faneca?... sí que lo sé… al horno están espectaculares… es un pescado de
la familia del bacalao… muy bien, asiente Manolo… y cuando decimos que una mano
es ultriz… ¿Qué estamos diciendo?... pues que es una mano vengadora… le digo a
Manolo… que me aplaude flojito el acierto…
Un
personaje entrañable de la novela es Barcala… me flipa la andanada que le pega
a su amigo Gerardo, terminada una noche de diversión, con el resto de
estudiantes residentes en La Casa de la Troya… - Esos bárbaros no saben una
palabra de literatura, a pesar de todos los sobresalientes de Pereiro. Ninguno
ha leído a Eça de Queiroz. ¿Crees tú que se puede vivir dignamente sin haber
leído al Enorme?... No se lo digas a nadie: es una de mis devociones. ¡Viva la
literatura! ¡Viva Galicia! ¡Abajo la revolución francesa! (Pág. 84). …con
que sencillez y brillantez, Alejandro, por boca de su personaje Barcala,
entrañable, ensalza la literatura, la buena literatura de un contemporáneo
suyo… Eça de Quiroz… abogado, novelista, cónsul, portugués… me recomienda
Manolo que lea de este novelista El crimen del padre Amaro… de la que ya
me hablará otro día… sigue lloviendo… Manolo sigue hablando… Es Barcala el que,
a la pregunta de Gerardo por Carmen, de la que está enamorando, la define así… -
¡Carmen! ¡Carmen!... ¡Carmen, carminis, el verso!... ¡Un tratado de
calología!... (Pág. 84) aquí se para Manolo y me mira para saber si sé lo
qué es un tratado de calología… sin esperar a que me lo pregunte le digo… pues
es un tratado de estética, un estudio sobre la belleza… y termina Manolo con
fuerza imitando supuestamente al Barcala de la novela gritando… ¡Viva la
belleza!...- y, agotadas sus fuerzas, dejóse resbalar lentamente hasta quedar
sentado en el suelo. (Pág. 84)… me dice Manolo recordando su lectura de la
novela… la verdad… es una delicia… Otro personaje entrañable es Doña Generosa,
dueña de la pensión La Casa de la Troya, me dice Manolo… Doña
Generosa no comprendía cómo al entrar en la iglesia ciertas personas no las
pulverizaba un rayo del cielo. (Pág. 243) …
La novela de Alejandro Pérez recoge algunas canciones populares gallegas, que dichas en ese idioma me encantan, suenan tan bien!… me dice Manolo, escucha esta que le canta Carmiña a Gerardo, nuestros protagonistas de esta linda historia de amor… (Pág. 76)
¡Caminiños que eu andiven
quen poidéravos andar!
que traducido por el traductor del oráculo Google y mi toque personal viene a decir…
¡Caminos que recorrí, quién pudiera volverlos a caminar!
o esta otra que canta Carmiña… (Pág. 77)
o refrexo d’o branco luar, una nena choraba sin trégolas os desdes d’un ingrato galan.
traducida por Google y mi intuición dice…
sentada a la blanca luz de la luna, una niña lloraba sin cesar
Memorable
el dialogo de la página 148, me dice Manolo, en la que acaba de aterrizar… esta
novela da para mucho, le interrumpo… Manolo no me hace caso y sigue… entre dos
profesores de un tribunal de exámenes… en el que uno le recuerda al otro a la
hora de calificar a un alumno el examen brillantísimo que ha hecho el señor
Cunca y Velarde, don Esteban… a lo que el otro le responde… -¡Ah! Sí.
Cunca y Velarde; ese papagayo que se sabe al pie de la letra, sin faltar punto
ni coma, el libro de texto. Tiene usted razón. Secretario, póngale usted un
“suspenso” muy grande a ese majadero. -¿Cómo suspenso?- rugió indignado don
Claudio- ¿Suspenso un muchacho que lleva toda la carrera con notas de
sobresaliente y que ha dicho sin equivocarse en una palabra las tres lecciones
que le han correspondido en suerte? - ¡Pues por eso! Y si se examina conmigo,
de grado no pasa. ¡Sobresaliente a un papagayo! ¡Dame la patita, lorito!...
¿Pero usted cree que se puede aprobar, en conciencia, a esos almacenes de
palabras?... ¡Suspenso, suspenso y suspenso!... Genial¡ exclamo… la
enseñanza memorística no sirve para nada… fíjate la de tarados que hay España
por culpa del sistema de oposiciones… a más dificultad… notaría, abogados del
Estado, jueces… más grado de… los jueces!... me interrumpe Manolo… son mas
equilibrados… rompen más en corrupción… bueno, hay de todo… como la especie
humana… más buenos y mas malos… sigue lloviendo… Manolo no mira el reloj… se le
ve muy a gusto con la novela en la mano, paginando una y otra vez… yo si que lo
miro, pero no le digo la hora… total, tenemos tiempo por delante… Manolo se
queda leyendo una página para sí… espero
a que termine… ¿qué? le pregunto… pues que este Alejandro me gusta mucho como
escribe… mira, continua Manolo, que dos metáforas más pulcras sobre la muerte… Sólo
un leve movimiento de los dedos y el ronquido de una respiración trabajosa
denotaban que todavía quedaba vida en aquel cuerpo, presa ya de la
Implacable… (Pág. 184) y la otra: -Fuertemente abrazóse Carmiña a su
padre, queriendo defenderle con su cuerpo de la Invisible… muy
agudas, le digo a Manolo… y repito… la muerte, implacable e invisible… sí
señor! Bravo, Alejandro!
Alejandro
Pérez, el autor de la novela, además de novelista es periodista… conoce bien la
sociedad de su época y la refleja y describe de maravilla a lo largo de la
novela… así habla de los ricos… Los ricos, como decía muchas veces el
sentencioso Antoñito el gitano, que aunque “tocaor” de guitarra, era un hombre
profundo, no deben tener mas ocupación que la de gastar para que los pobres
vivan… (Pág. 13) sin embargo, me apunta Manolo, no saques conclusiones de
esa cita, pues más adelante Alejandro pone en boca de Gerardo, el estudiante
protagonista de la novela, la siguiente reflexión… La humildad de los
barrios de San Lorenzo y el Carmen de Abajo, que se extiende a término de la
ciudad entre maizales y robledales, parecióle a Gerardo cobardía. ¿Por qué los
miserables que habitaban aquellas casuchas sórdidas no subían viriles y
justicieros a arrasar la población, empezando por la Universidad?... Bueno,
le digo a Manolo, parece que el tal Gerardo incita a la revolución… lo que sí
esta claro es que el autor refleja en la novela la época convulsa,
revolucionaria, que le tocó vivir… y también refleja en varios pasajes de la
novela su poco aprecio al mundo del Derecho, que son los estudios que realiza
Gerardo… La ciencia del derecho antojabásele la más árida, absurda y
arbitraria de todas las ciencias. Un mismo precepto decía blanco o negro, según
lo interpretase un necesitado de uno o del otro color. -En suma -definía al
Derecho-: una gran máquina, una diabólica maquina de enredar y hacer daño.
(Pág. 138)… algo de razón tiene, le digo a Manolo… y que te parece este otro párrafo,
me dice: Hay que desengañarse señores, los pueblos no serán felices ni
podrán llamarse libres mientras no escriban todos sus códigos en un librillo de
papel de fumar… ¡Je je! (Pág. 139)… en la misma línea que los párrafos
anteriores… un tanto ácrata, el Gerardo, le digo… no sé… me responde dubitativo
Manolo… leyendo a continuación… Diríase que pesaba sobre la ciudad un pavor
tremendo e inexplicable a los males que acarrea la que acaso allí nombraron
“funesta manía de pensar”. Que nadie haga nada, que no quiera saber nada, que
no se entere de nada...(Pág. 140) Pues diríase, le digo a Manolo, que está
describiendo la hoja de ruta de nuestro gobierno actual… mejor aún, me dice
Manolo, la definición que hace Alejandro de esa gente mala que existe… Gente
sutil, que tiene la astucia metida en el cuerpo; de caminar lento y tortuoso,
pero seguro; erguidos cuando les conviene, cuando no, arrastrándose. Y siempre
adelante. No se alteran por nada, ni se incomodan, ni se quejan, ni retroceden.
Sonríen siempre, ¡coitadiños!, y van a lo suyo derechitos, por el camino real o
por la corredoira escondida… y sigue.. solo se les puede vencer
con sus mismas armas: paciencia, habilidad y mala intención… ¿En quienes
estas pensando? me pregunta Manolo… en el Gobierno actual… naturalmente… me los
ha clavado don Alejandro Pérez… respondo…
Sigue
lloviendo… tampoco tenemos otra cosa mejor que hacer, así que Manolo sigue
ojeando la novela para recordar los placeres que le suscitaron su lectura… Hay
mucha poesía en la novela, me dice… no hay historia de amor sin poesía, le
digo… y me responde: El sol poniente besaba amoroso tanta hermosura,
despidiéndose con pena hasta el otro día… Y sintió que un feliz
optimismo le poseía… (Pág. 20) llega eh!... sí que llega, sí, le respondo… y
escucha esta andanada que le suelta Alejandro a los que no viven y sienten su
Galicia… ¿Qué sabéis de paisajes, panoramas, ni fastuosidad de la Naturaleza
vosotros los que habéis corrido el mundo de punta a cabo sin gozar la dicha de
asomaros a la maravilla, al pasmo de las rías, los montes y los valles
gallegos? (Pág. 176) … esto no es nacionalismo, le digo yo a Manolo, esto
es amor a la tierra, que es muy distinto… así es, reconoce Manolo… hablando de
amor a la tierra… mira con que respeto y cariño trata Alejandro a la más grande
novelista y poetisa gallega… y empieza a leer: Es un pecado mortal morirse
sin ver los campos divinos que inspiraron a Rosalía sus mas morriñosos versos.
Cuando el tren haga alto en la estación de Padrón, asómate a la ventanilla contraria
al andén. Allí, junto a la vía, veras, “en su cárcel de espinos y rosas”, una
casiña aldeana, amorosamente rodeada de árboles. Descúbrete y reza. Allí,
durante muchos años, se albergó Rosalía; allí escribió sus últimos versos; allí
vivió el alma de Galicia. (Pág. 195)… Pablo, que se ha acercado a nosotros,
le dice a Manolo que lo ha emocionado escuchar esas palabras tan sentidas y
bien leídas sobre la gran Rosalía de Castro… pura poesía…
A
dejado de llover… nos despedimos de Pablo… me despido de Manolo que me dice… Pero
nunca el rencor hizo nido en los corazones nobles… (Pág. 270)…
Bravo, Alejandro!
Hay cinco versiones cinematográficas de la novela:
Esta es la Casa de la Troya,
nombre de la pensión que da titulo a la novela y el recuerdo que en la fachada
de la misma hay de Alejandro Pérez Lugín:
Para saber más de la novela, de su autor y de la Casa de la
Troya en la actualidad convertida en museo, y de las cinco versiones
cinematográficas que de la novela se han llevado a cabo… visita:
https://www.lacasadelatroya.com/
https://www.fundacionjacobea.org/santiago-de-compostela/la-casa-de-la-troya/
https://lacasadelatroya.gal/es/
24 de Noviembre de 2020.